Por Liliana Bellone |
El debate acerca de los cánones literarios, lleva a pensar acerca de ciertos géneros y escritores olvidados en la literatura de Salta, y no por su lejanía en el tiempo, sino por una ideología que surge de la tensión de opuestos que aún no se han superado en la sociedad salteña.
Explotadores y explotados, colonizados y colonizadores, conquistadores y conquistados parecen todavía pugnar por el predominio de uno u otro en un entramado social donde lo patriarcal, feudal y premoderno constituyen los basamentos sociales.
Sin embargo, las coordenadas neocapitalistas y posmodernas atraviesan también esta sociedad con sus discursos, pues la llamada “aldea global” sustentada sobre la ciencia y la tecnología no deja de hacer sentir sus efectos en todo el planeta. Esta característica de la época pone de relieve las contradicciones que, dialécticamente, serán superadas si consideramos la historia como un devenir perfectible.
Así, la novela, un género propicio para desmontar discursos de ocultamiento y borramiento, de gran exigencia y oficio, a pesar de que lo poético haya inundado sus páginas en las últimas décadas, como así también la sujeción al mandato del lenguaje en desmedro del acontecimiento, es dejada a un lado en el debate de las hegemonías literarias salteñas. ¿Por qué? Tal vez, la condición metafórica de la poesía, que nombra o intenta nombrar lo real en el sentido lacaniano, acercarse a ese delgado velo que separa lo no dicho del discurso y que es inapresable, tenga menos que ver con la comunicación y el compromiso, mientras que la narrativa, especialmente la novela, se torna incómoda para el orden imperante.
Narradores de calidad como lo fueron Néstor Saavedra, Fernando Figueroa, Antonio Nella Castro y Francisco Zamora, son olvidados a la hora de trazar la historia o el mapa(prefiero estos términos a hablar de canon) de la literatura salteña. Saavedra, más cercano a la llamada “generación perdida”, Figueroa inscripto en la novela histórica, Nella Castro, con fuertes connotaciones sociales y Zamora más identificado con el realismo mágico y cierta desmesura carnavalesca y paródica.
Novelas como Locura en las montañas (1948) o Los aventureros del Hotel Salta (1988), de Néstor Saavedra pueden articularse con sistemas más universales, por ejemplo, con la novela policial y el llamado neorrealismo norteamericano (“generación perdida”) a la manera Hemingway, Dos Passos y Fitzgerald (“generación pedida”), en quienes las pasiones se mezclan con la violencia en medio de atmósferas densas y descarnadas que hablan de la condición humana sin concesiones y sin eufemismos. Lector incansable de la literatura norteamericana del siglo XX, a la que frecuentó en lengua inglesa, Néstor Saavedra es sin duda el escritor más prolífico de Salta, pues es autor de casi veinte libros, entre novelas, poesía, relatos y cuentos que van desde el primero publicado en Ediorial Tor de Buenos Aires hasta En otro tiempo en Tartagal, que obtuviera el Premio Provincial de Novela en 1998. La mayoría de sus libros poseen inusitadas características para la literatura regional. El viaje, la aventura, el desenfado de situaciones que denuncian la pacataría burguesa, la clase media, los intereses de esa clase, la modernidad instalada en el ámbito rural y provinciano, la “realidad” en su cara más cotidiana, a veces vulgar y hasta brutal, el amor despojado de idealismos y falso romanticismo, las envidias y las mezquindades en una galería que deja a un lado las fisonomías estáticas de los héroes para mostrar los gestos reales de los seres humanos en toda su dimensión de grandeza y egoísmo, miseria y generosidad, delinean los textos de este extraordinario escritor, tan poco leído y recordado.
Ahora pregunto: ¿por qué un escritor de la dimensión de Néstor Saavedra no recibe el suficiente reconocimiento de la crítica? Ocurre que Néstor Saavedra se sitúa fuera de los discursos e intereses hegemónicos, no reivindica el goce de la lucha amo-esclavo, se sitúa en el terreno poco conocido de la literatura salteña que tiene que ver con el trabajo y el retiro necesarios para escribir. No es el juglar ni el trovador que narra, canta y celebra, con el respeto y admiración que me merecen juglares y trovadores por su contribución al acervo popular, tampoco es Néstor narrador de historias regionales, gauchescas y épicas, con aristas de reciedumbre lugareña, indígena o criolla. Néstor Saavedra narra historias particulares, amores particulares y malditos, descabellados proyectos, con personajes que se atreven al delito y a burlar la ley, hombres modernos, urgidos por el dinero y por las necesidades de la época, las comodidades y el placer, en suma, personajes universales.
Los aventureros del Hotel Salta (*) es una historia sentimental y policial digna del cine y su tiempo referido se sitúa precisamente en los meses que duró el rodaje del famoso film Taras Bulba (1962) en esta provincia norteña y que trajera a Salta el glamour y la presencia de actores célebres como Yul Brynner, Tony Curtis , Janet Leigh y Christine Kauffan , junto al director Lee Thompson y al productor Harold Hecht , que invirtió unos cuantos millones de dólares en la realización del descomunal largometraje basado en la novela de Gogol y que tuvo por escenario las Lomas de Mederiros, San Lorenzo, Lesser y Castellanos, lugares que debían semejar la Ucrania de las luchas entre cosacos y polacos. El Hotel Salta, cuyos salones, ascensores y pasillos, copados por la gente de Hollywood, periodistas argentinos y extranjeros, turistas, modelos y play-boys, es el punto de encuentro, el espacio que sirve de fondo al inicio de una trama novelesca con un desenlace a la mejor manera de las películas de acción.
Los personajes de esta novela, como los de otras novelas de Saavedra, beben whisky, fuman, comen pizza, se trasladan en colectivos, taxis o automóviles privados (en todas sus novelas se alude a las marcas de automóviles que son verdaderos índices de la época: Chevrolet, Ford, Rambler, Pick Up, etc.) en un paisaje urbano que se superpone sobre el trazado de la vieja ciudad colonial con sus calles angostas y recovas. En Los aventureros del Hotel Salta, el mapa de la ciudad se enmarca en la Plaza Güemes, la Plaza 9 de Julio, la calle Balcarce, Avenida Uruguay, Barrio Ferroviario, lugares que transmutan su fisonomía tradicional para convertirse en el escenario de las pasiones y deseos de los protagonistas. A la manera de Roberto Arlt, los personajes de Néstor Saavedra provienen de la pequeña burguesía y sufren las limitaciones ideológicas de su clase, los tabúes y los prejuicios, pero también son capaces de delinquir con tal de lograr sus propósitos. Movidos por dos amos, el dinero y el amor, los protagonistas de Los aventureros del Hotel Salta, van hacia el delito y el peligro de manera socarrona e irresponsable. Socialmente, estos personajes se inscriben, como ya dijimos, en la pequeña burguesía provinciana, doblemente pequeña por ser precisamente del interior del país. En la provincia los tabúes y prejuicios crecen y las aspiraciones burguesas se vuelven inalcanzables por la falta de brillo y las posibilidades que ofrecen las grandes capitales. En el tratamiento espacial, se repite la descripción del monumento al General Arenales, mano derecha del General San Martín en su campaña continental, en la Plaza 9 de Julio, donde el héroe aparece rodeado por esculturas femeninas de proporciones clásicas que dejan entrever la belleza notable de cuerpo. Esta recurrencia se carga no solamente de plástica referencia al placer y al erotismo sino que amalgama la historia que subyace y se hace presente a cada momento en la ciudad d Salta como en muchas otras ciudades latinoamericanas, en especial de Bolivia y el Perú, donde los siglos han tamizado los ideales, los deseos y los intereses en una especia de superposición de costumbres, historia y épocas. De algún modo, el monumento al General Arenales en la plaza central de Salta remite a una conciencia continental, de patria grande, alejada de las contiendas intestinas contra las cuales tuvieron tanto que lidiar San Martín y Bolívar.
El narrador personaje, Roberto Barcia, se ve inmerso en un fatal triángulo amoroso junto a Elena Rodríguez y Martín Caramés. Con fino humor e ironía se platea una lógica amorosa: “Martín era el amor, ella la odalisca, y a mi que me comieran los buitres”.
En el Hotel Salta, los actores de Hollywood también jugaban sus cartas amorosas: Tony Curtys se enamora de Christine Kaufmann y deja a su mujer Janet Leigh que regresa apresurada a los Estados Unidos en el primer avión, luego del escándalo que alimentará al periodismo del espectáculo en todos los medios.
Elena es una gris empleada de comercio, moderna, muy joven y atractiva, por momentos desafiante. Nada hay en ella que pueda emparentarla con las heroínas románticas virtuosas o con las matronas heroicas. Sin embargo, está enfermizamente perdida por Martín, quien a pesar de su comportamiento autoritario y rufianesco la seduce hasta el punto de convertirla en un títere cómplice. Para Martín, ella es un objeto y un instrumento para lograr sus fines. Roberto en cambio, un cuarentón obsesivo, ama a Elena y por ella es capaz de desafiar cualquier peligro para salvarla, una perfecta combinación histérica y obsesiva. En esta novela, los personajes masculinos se mueven en pos del dinero, elemento de poder, mientras que el amor surge como un producto o sucedáneo de las ambiciones, salvo en Roberto. Las mujeres, en cambio, se dejan llevar ciegamente por la pasión y son víctimas de esa misma pasión, se sacrifican en aras del amado. Los hombres, cumpliendo con las premisas freudianas, buscan el poder y el dinero pues saben que esos atributos les permitirán obtener los favores de las mujeres más hermosas y codiciadas. Por caminos distintos, hombres y mujeres buscan satisfacer sus deseos eróticos, unas, ofreciendo el sacrificio sin ninguna retribución salvo el amor, los otros, apelando al poder y la riqueza en un medio del todo materialista, individualista y mezquino.
La expresión sobria y concisa, el humor y la ironía junto a una visión escéptica y amarga del mundo, son las herencia de la llamada “generación perdida” ( escritores norteamericanos que, desde la primera guerra mundial se radicaron en Europa, participando no solamente en la vida literaria, sino en el frente, como asistentes sanitarios, aviadores, soldados y corresponsales de guerra, o en los grandes debates ideológicos de la época, como es el caso de Faulkner, Dos Passos, Hemingway, Fitzgerald, Pound). Así surgen en la narrativa de Saavedra retratos de seres humanos a los que podemos calificar de cínicos y, a veces, hasta de canallas. El descreimiento de la “generación perdida” surgida luego de la primera guerra y ante la crisis económica y sobre todo moral que desembocaría en los aciagos años 30 con la gran depresión y el advenimiento de la guerra civil española y la segunda guerra mundial, parece tener su paralelo en la ola de golpes de estado en los países latinoamericanos que, desde el 30, marcan el inicio de una prolongada decadencia en nuestra América. El personaje protagonista de Los aventureros del Hotel Salta, reflexiona sobre esta crisis moral y deja traslucir un profundo escepticismo, pero, hombre de clase media argentina al fin, su discurso aparece infiltrado por una moralina burguesa, obcecada y pueblerina.
El tiempo de lo narrado y la narración en la construcción de esta ficción novelesca se equiparan en una dinámica ágil que no acepta las grandes digresiones o paréntesis, tiempos más cercanos al resumen donde en pocos renglones se sintetiza la acción, salvo en la regresión que se indica con el recurso gráfico de la cursiva, donde el protagonista evoca su niñez en un escenario provinciano perdido y recuperado por la memoria que torna permanentes e inmarcesibles a los seres y cosas. Esta novelística, tan poco comprendida en Salta, donde el costumbrismo literario propone al lector morosas descripciones, es también desconocida en el país por una visión excesivamente centralista y prejuiciosa de Buenos Aires que prosigue ignorando las producciones culturales de las provincias que escapan a los moldes del folklore y los regionalismos.
Las oraciones y párrafos cortos, directos, sin serpenteante sintaxis, lo que lo acerca tal vez más a Hemingway que a Faulkner, resultan contundentes en el devenir narrativo.
Efectivamente, las novelas de Saavedra ponen de relieve la ideología burguesa de las ciudades argentinas y la peculiaridades de las antiguas ciudades hispánicas, coloniales y opresivas del noroeste, en un entramado de yuxtaposiciones sociales que permiten entrever problemáticas más amplias: en suma una novelística con conciencia histórica, donde los temas de la tecnología, la cultura y la modernidad no son ajenos, donde se habla de cine y de arte, de la moda, de los medios en franca expansión y terminantes en la cultura de masas, de los automóviles y los aviones, de la guerra fría, de Irigoyen o de Perón.
Estas cualidades llevaron a la crítica del diario “La Nación” de Buenos Aires o de “La Gaceta “de Tucumán a ponderar el universalismo de Los aventureros del Hotel Salta, condición que dejaba a un lado los viejos patrones de la narrativa regional.
Habíamos señalado el compromiso con la escritura de Néstor Saavedra, compromiso que se extiende a los lectores y a la difusión, precisamente en ese campo, extendió su narrativa al público a través de un medio que fue tan eficaz para la novela y el cuento: el folletín. Una de sus novelas, Tartagal village, se publicó como entregas en el diario “El Tribuno” de Salta en 1959, también una novela corta, El asalto, en el mismo diario, en 1965. Una época, una escritura, una posición.
(*) En la primera y única edición de esta novela (1988), hay una mini-antología que reúne a varios poetas salteños de la generación del 60 (Muloni, Andolfi, Toro y Díaz Bavio), una suerte de interrelación genérica o quizá interpelación a la poesía.
Bibliografía:
Adet, Walter, Cuatro siglos de literatura en Salta, Salta: Ediciones del Tobogán, 1981.
Ducrot, O. y Todorov T., Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México: Siglo XXI, 1979.
Genette, Gérard, Ficción y dicción, Barcelona: 1993.
Saavedra, Néstor, Los aventureros del Hotel Salta, Salta: Edición del Autor-Confederación Empresaria Salteña-Canal 11, 1988.
…………………, Locura en las montañas, Salta: Ediciones El Estudiante, Colección Rama al Norte, dirigida por Manuel J. Castilla, 1948.
………………….., En otro tiempo en Tartagal, Salta: Secretaría de Cultura de la Provincia, Fundación de Canal 11, Premio de Novela 1998.
Obras de Néstor Saavedra
Variedad, poesía, 1938.
Cada atardecer, relatos, 1944.
Locura en las montañas, novela, 1948.
El señor gobernador y la insurrección, novela, 1955.
Ciudad septentrional, novela, 1957.
Tartagal village, novela por entregas, El Tribuno, 1959
El general del Chaco, novela, 1961
El asalto, novela corta, El Tribuno, 1965
El silencio de los guerrilleros, novela, 1969
Los viejos ayeres, relatos, 1970
La dolorosa aureola de mamá, cuento, 1977
El camino de la sangre, novela, 1980
Los aventureros del Hotel Salta, 1988
El reino de los cielos, novela 1989
El justiciero, cuentos, 1997
En otro tiempo en Tartagal, novela, 1998
Inéditas: Las ataduras, teatro.
Primera colección de cuentos inéditos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario