domingo, 7 de abril de 2013

César Cansino: "La política hace agua por todas partes"

El pensador mexicano dice que la sociedad madura y crítica contrasta con los anquilosados políticos profesionales

César Cansino
Por Jorge Urien Berri 

(Entrevista realizada en el año 2008

Tal vez porque además de politólogo es periodista, César Cansino sabe comunicar sus ideas y sin medias tintas tituló su último ensayo La muerte de la ciencia política para demostrar algo tan tajante como el título: que esa ciencia "hace agua por todas partes. No ha podido dar cuenta de la complejidad de los fenómenos políticos y se perdió en la superficialidad."
Así lo explica en una entrevista por correo electrónico una semana después de haber ganado con su ensayo el Premio LA NACION-Sudamericanaen ese género. Una vez publicado, se sumará a los 35 volúmenes que escribió este doctor en ciencia política por la Universidad Complutense de Madrid. Tampoco es su primer premio. Entre los que recibió figuran el Premio Nacional de Periodismo de México, en 1995 y 2004, por artículos de fondo.
En marzo de 1994, al día siguiente del asesinato del candidato presidencial del PRI Luis Colosio, Cansino escribió en su columna que se trataba de un crimen de Estado y que nunca se sabría la verdad, pero que la sociedad culparía al entonces presidente en funciones, Carlos Salinas. Acertó.


 El Premio Nacional de Periodismo de 1995 reconoció ese tipo de trabajos. Cansino cuenta que lo recibió en España durante un "exilio voluntario": "Debido a que en 1994 me enfrenté intelectualmente al grupo que dominaba la escena cultural y en alguna medida sigue haciéndolo, el poderoso grupo Nexos, cercano a Salinas de Gortari, uno de los mandatarios más autoritarios, corruptos y odiados de México. El grupo me expulsó de varios medios en los que escribía y del instituto de investigación donde trabajaba. Hasta la fecha, sigo siendo en México un intelectual incómodo. Traté de desnudar los engaños del poder y de estos lambiscones. En 2004, diez años después, volví a recibir el Premio Nacional de Periodismo por la misma columna, que sigo publicando".
 Cansino tiene 46 años. Estudió en Italia con Giovanni Sartori y completó su formación en Estados Unidos y España.
 -¿Cómo surgió la idea de este libro?
 -Sé que es polémico. Al referirme a la ciencia política, pienso sobre todo en la vertiente más desarrollada, que viene de Estados Unidos, una disciplina muy especializada que emplea lenguajes formales y matemáticos que sólo interesan a los iniciados y caen en la trivialidad. En países menos desarrollados, la ciencia política está peor porque se hacen malas copias de lo que llega de Estados Unidos y Europa. Para demostrar mi tesis recorro los interrogantes que esta disciplina se ha propuesto sobre la democracia, y lo insustanciales de sus respuestas. El principal desafío que plantea la democracia al pensamiento es la crisis de representación y la emergencia de una nueva sociedad que aspira a construir bienes en común.
 -Entonces, ¿qué debe hacer la ciencia política?
 -Incorporar la experiencia de la filosofía política y desbordarse hacia otros saberes. Perderá cientificidad, pero ganará en comprensión. Hay que evitar la trivialidad y hacerse cargo de la multidimensionalidad de los problemas de la sociedad.
 -¿Por eso escribió que "hay más sabiduría política en una buena novela que en un tratado de ciencia política"?
 -Claro. El terreno de la ficción siempre será más fértil que el del método científico para dar cuenta de la experiencia política. Mientras el científico aspira a reducir la complejidad del mundo a categorías empíricas impermeables, el escritor no tiene más límite que su imaginación. La novela histórica o política no tiene por qué ser fiel a los acontecimientos que narra, y en la imaginación reside su potencial y su superioridad respecto de otras maneras de aproximarse a la vida. Mientras que el científico de la política no tiene más remedio que contentarse con lo fenomenológico, la buena narrativa política escarba siempre en la condición humana y nos pinta mundos posibles. Quien quiera entender la lógica del poder ilimitado y de la tiranía debe leer La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa, que narra la sangrienta tiranía del general Trujillo en República Dominicana.
 -¿Cómo ve los procesos políticos latinoamericanos?
 -En 1994 escribí que el futuro de la región era poco promisorio. El pronóstico no sólo se confirmó sino que fue superado por la realidad. Emergieron líderes populistas que han significado graves retrocesos autoritarios en sus países, como Abdalá Bucaram, Alberto Fujimori, Hugo Chávez y Evo Morales. Reaparecieron movimientos guerrilleros y el narcotráfico y el crimen organizado crecieron y aumentaron la informalización de la política.
 -¿Qué salida hay?
 -América latina conserva a su favor una sociedad civil cada vez más madura, informada, crítica y participativa que contrasta con los anquilosados y obtusos políticos profesionales, y esa es la tesis de un libro que estoy por publicar. Si nuestras maltrechas democracias persisten, salvo algunos casos lamentables como Venezuela, no es por los políticos sino por la terquedad de los ciudadanos que saben que la otra opción es la larga noche totalitaria. Hoy, la persistencia de la democracia en América latina se juega en el espacio de lo público-político, como la calle, la plaza, la escuela, la fábrica, la ONG, el barrio, el chat , el blog , lugares donde los ciudadanos ratifican su voluntad de ser libres y donde se producen contenidos simbólicos que ponen en vilo al poder instituido.
 -¿Por qué?
 -Porque las formas de articular y canalizar demandas sociales ya no pasan por el partido de masas o la central sindical o las grandes corporaciones. La gente demanda soluciones de manera distinta. Ahora sabemos que sólo depende de nosotros orientar el destino de nuestras comunidades mediante la deliberación pública con los demás. El imperativo individualista de la igualdad ante el derecho tiende a prevalecer sobre la noción de defensa de los intereses colectivos.
 -¿La corrupción no es un impedimento?
 -La crisis política, económica y social de nuestros países se tradujo en una profunda crisis moral. Existen los peligros de la remilitarización, de la corrupción desmedida, del populismo, de la desigualdad social y de la informalización de la política. Y también el peligro de una nueva tendencia de lo que podemos llamar un "retorno a lo básico", que es el apoyo a aquellos políticos que ofrecen seguridad aun a costa de sacrificar derechos y libertades cívicas. Es abrazar consignas tan elementales como las de "mano dura al crimen organizado", "combate a la delincuencia". Recordemos la campaña electoral que le permitió la reelección a George W. Bush.
 -¿Qué lo llevó a dedicarse a la ciencia política?
 -Viví mi juventud con la utopía revolucionaria a cuestas. En los años setenta y ochenta, la Universidad Nacional Autónoma de México era el centro de producción y debate latinoamericano más importante de ideas socialistas. En ese marco intelectual, cualquiera con inquietudes sociales terminaba estudiando ciencia política o sociología o filosofía o economía. Yo no fui la excepción. Durante mi carrera me moví entre el activismo y la formación académica. Sin embargo, viajé a Europa del Este en 1980 y entendí que el socialismo había sido derrotado desde adentro, y que la sociedad en esos países vivía con miedo.
 Supe que tarde o temprano el socialismo sucumbiría en Europa del Este porque se había construido sobre el dolor y la mentira, y después del viaje abandoné el activismo y me concentré en la investigación de la filosofía política de la democracia y el fracaso del socialismo.

 © La Nación

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